MESSAGE IN A BOTTLE
Aunque suene mesiánico y grandilocuente planteamos el siguiente dilema:
Si tuviésemos que lanzar un mensaje en una botella al océano digital para ser rescatados, no sólo nosotros sino la humanidad entera, ¿cuál sería?
La humanidad se halla inmersa en una inercia autodestructiva:
Por una parte, sabemos que debemos variar nuestro movimiento colectivo, nuestros hábitos sectarios incoherentes con la consecución de un bien común, para salvar el planeta y superar la aparente inevitabilidad del uso de la violencia en la resolución de conflictos;
Por otra parte, los humanos nos sentimos incapaces de dar un salto evolutivo en la estructuración de nuestros hábitos relacionales, que son los que perpetúan el impulso autodestructivo.
Confiar en que el avance tecnológico nos librará del funesto destino, es un error parcial. Porqué el avance tecnológico sigue la dirección de nuestros intereses, y éstos están gobernados por la estructura mental y relacional que aún guía a la humanidad.
Nuestros movimientos voluntarios pueden parecer aleatorios, caóticos, singulares, y por tanto carentes de sentido o sujetos a intereses parciales. Pero todos sabemos que acabamos haciendo muchas cosas porqué están de moda, o porque hay un estilo de vida que nos impulsa a actuar de ciertas maneras y no de otras. La corriente de este río en el que nos hallamos inmersos está creada por un sistema de creencias implícito.
El relato que sostiene dicho sistema es materialista. Su impulso se alimenta de nuestra fe ciega en lo que nos dice la ciencia dominante. Esta parte de la ciencia nos dice que todo surge de la nada; que nuestra existencia es una casualidad y que no tiene ningún propósito en un universo indiferente, hecho de cosas que acabarán separándose y disgregándose para siempre.
Este tipo de relato es carnaza para el egoísmo y la desesperación.
Lo llamativo es que existe información científica más que suficiente para construir un relato impulsor más coherente, y que además nos ayudaría a cambiar nuestro destino autodestructivo de una manera rápida y eficaz. Se trata simplemente de admitir que además de lo material existe lo psíquico universal. La inteligencia, y por tanto el pensamiento, NO EMERGE de la materia-energía. Lo que los materialistas llaman NADA es un vacío cuántico lleno de posibilidades. Lo físico que surge de esa aparente nada no es cualquier cosa, son cosas gobernadas por vínculos inteligentes. Por diminutos que seamos los seres humanos en comparación con el resto del universo, no somos insignificantes.
-Nuestra existencia tiene un sentido profundo y coherente: con nuestro pensamiento y nuestras acciones podemos contribuir, por ínfimo que sea nuestro impulso, a dirigir de manera más evolutiva el movimiento universal, puesto que somos universo.